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Recientemente, la presidenta de la Comisión de Educación en el Senado, Ada García Montes, presentó al país la lista de los empleados de confianza adscritos a la Oficina de la Secretaria de Educación. Esta, además de ser extensa, divulgó los salarios de los empleados de confianza, nómina que al mes asciende a $700 mil, aproximadamente, $8.4 millones al año y más de $32 millones en un cuatrienio.
Cifras escandalosas que se alejan de la realidad salarial de los empleados regulares de gobierno. Esta situación indignó al país mientras para el gobernador es un asunto sin relevancia ya que las cuantías, según expresó, son menos del 1% del presupuesto total de la agencia. Posterior a la denuncia de la senadora, otros sectores confirmaron que de los 93 empleados de confianza alrededor de 70 militan en el Partido Nuevo Progresista, son aspirantes y exaspirantes a puestos electivos, entre otros.
Esta situación pone de manifiesto, una vez más, cómo las acciones por parte de los líderes gubernamentales laceran la imagen del gobierno, de los funcionarios y de la gestión gubernamental. Sin pasar juicio sobre los salarios, las funciones que desempeñan los empleados y los propios empleados, es lamentable que la imagen del gobierno continúe en detrimento.
La función principal del gobierno es ofrecer servicios y garantizar acceso directo a estos. De igual forma, es el gobierno el responsable en ofrecer mejores oportunidades a los ciudadanos. Si miramos el gobierno como una marca debemos tener claro que una marca tiene una visión, misión y sus acciones son cónsonas con estos. Definida por algunos como la identidad de la empresa, una marca busca consolidar relaciones a largo plazo con sus públicos.
Por otro lado, los consumidores anhelan vivir una experiencia de alto nivel. Un estudio realizado por Bain & Company refleja que las empresas que mejoran la satisfacción del cliente en un 5% aumentan sus ganancias en un 25%. Mientras, un estudio de Gartner destacó que las empresas que ofrecen al cliente una experiencia excelente tienen un 50% más de probabilidad de retenerlo.
Basado en lo descrito, la realidad es que el gobierno de turno carece de estrategias para mejorar la satisfacción de los ciudadanos y tampoco implementan políticas públicas que permitan a los ciudadanos vivir una experiencia de excelencia. Los salarios de la mayoría de los 93 empleados de confianza de la secretaria de educación los cuales oscilan desde 6 mil a 10 mil dólares mensuales se alejan de los salarios promedio de un empleado de gobierno que es de $1,200 a $1,500. Más triste es saber que mientras los empleados reciben esos pagos, los maestros en los salones de clases adolecen de materiales y recursos y tienen que sacar de sus ingresos para cumplir a cabalidad con su función de educar.
Cuando los funcionarios gubernamentales vean el gobierno como una empresa de servicios y prioricen la experiencia de los ciudadanos, en ese momento comenzará un cambio en la percepción de las personas con relación al funcionamiento del gobierno.