|
Por: Luis Ibrahyn Casiano- Político y activista pro derechos humanos
Dictadura, palabra de la cual parte uno de los términos políticos más temidos en el mundo. Sin embargo, que pasaría si existiera una dictadura de las masas sin la necesidad de un caudillo. Una donde el liderazgo no sea la muestra única ni suprema de un líder, sino de un colectivo fuerte y consciente de su pasado y del futuro a construir. Donde el liderazgo nazca de las clases sociales en luchas y desprovistas por las políticas públicas excluyentes. La organización en grupos ha sido la respuesta natural de la especie humana, al igual que repartición de tareas por capacidades, habilidades, características físicas e intereses. Aspectos que no delimitan nuestra existencia, sino que nos envuelve en asumirnos como somos, diferentes; pero teniendo la certeza de que el mundo cambia y al igual nosotros en el. También, así políticamente nos hemos organizado, incluso religiosamente. Y estos aspectos en gran medida son los responsables de que en la historia mundial hayamos cometidos atrocidades, o hayamos adelantado pasos a la reivindicación de los derechos humanos, sociales, políticos y económicos. La dinámica relevante y decisiva se encuentra en el objetivo de nuestra organización y en su definición ideológica. Son esos matices los que nos acomodarán en un bando de la historia, ya sea como opresores u oprimidos en busca de liberación.
Dictar las pautas sociales, siempre debe girar a las necesidades comunes y es la gente común quienes deben deliberar su futuro abiertamente, aun tomándose el riesgo de fracasar. Sin embargo, la democracia la entendemos correcta bajo la dictadura del capital y la plutocracia, donde unos pocos deciden sobre las masas que en la ilusión del ejercicio democrático delegan todo lo imprescindible para vivir dignamente bajo coacción dogmática y del control de las pasiones. Ante ello, la naturaleza de nuestras acciones políticas en su más amplio espectro no puede ser vislumbrada al final, sino como motor que encienda la llama de su formación. Así hemos tenido ejemplos históricos para enmarcarnos en tiempos relativamente recientes y que aun están en batallas, como la organización de las mujeres, de las comunidades afro-descendientes, LGBTT, y de activistas contra el deterioro del medio ambiente, entre otros. Gente organizada con un código, una razón y un símbolo. Como también existen aquellas que de igual forma, con un código, una razón y un símbolo pretenden luchar con sus políticas machistas, xenofóbicas, homofóbicas y con desdén por el medio ambiente, contra los derechos laborales, al de una vivienda digna, a servicios de salud accesibles y de calidad; y contra una educación liberadora.
Ver al mundo como uno y vernos como diversos es la clave para aceptarnos, pero también para definir la carencia de necesidades básicas que hoy en pleno desarrollo del siglo 21 tenemos en común los pueblos. Pueblos “pobres” para que otros prosperen, gente pobre para que exista quien tenga más. Un sistema de salud desigual, una educación que enseña a obedecer y no a formarse en el análisis crítico y una economía especulativa donde hasta la calidad de vida depende de ello, como si fuera la vida misma un juego al azar; son los resultados de una forma de dictadura salvaje camuflada de democracia. A final, entender desde la política las diferentes dictaduras y en cual nos situamos hoy, nos ilustrará sobre la necesidad de tomar la iniciativa de formar cuadros de trabajo con intereses colectivos, necesarios para matizar objetivos comunes. Pero el proyecto debe siempre contar con el poder prever el futuro, enmarcándolo en un plano que responda a la responsabilidad colectiva que se asume al ser parte de un movimiento. La cual se adquiere con el tiempo, la formación, el debate y con el estudio exhaustivo del pasado y de la historia. No con la imposición del poder mediante la disciplina unilateral. Pues esta debería nacer implícita una vez el colectivo entienda lo que hace y para qué, siendo entonces la disciplina el poder mismo que permita convocarnos en acciones justas y equilibradas para las mayorías sociales.
Hoy, más que nunca es menester de todos ilustrarnos sobre lo que pensamos correcto, y de replantearnos la verdad y ver sus tonos grises, pues aunque siempre existirán quienes desde la unidad busquen deformarnos para el logro de sus beneficios personales; también quienes nos organicemos para crear un mundo de beneficios colectivos. El miedo al fracaso no puede ser la excusa para no organizarnos, ni los intereses particulares el vehículo sin frenos de una organización. Entendiéndolo podremos evitar la reproducción de poderes autocráticos en todos los frentes de lucha y de la vida; y promover una dictadura humanista del pueblo por encima de la de la bolsa de valores y el capital privado. Donde el pueblo esté antes que los intereses económicos de unos pocos y de un gobierno que responde a ellos. Elige entre la dictadura del gobierno bancario, o la del pueblo trabajador del cual eres parte.
Publicada en el 2017