Muchas personas día a día enfrentan la realidad de tener que lidiar con la ausencia de un ser querido luego que muere. Este acontecimiento, que no es fácil de asimilar, hace que las personas se sientan incompletas y tristes.
En ocasiones, la mente revive recuerdos que nos hacen pensar qué pudiste haber hecho mejor. No importa el pasado, ni el disgusto causado o las diferencias que pudieran existir con el ser amado, solo se piensa en la perdida física y es, entonces, cuando invaden los cuestionamientos de si todo lo que diste fue suficiente.
Cuando el fallecimiento de un ser querido llega inesperadamente, surge el pensamiento de que no era tiempo todavía. Por esta razón, muchas veces, quedan en el aire palabras sin decir, abrazos sin ser correspondidos y te quiero sin demostrar.
El tratar de comprender la muerte es un proceso difícil, que para muchos se convierte en una lucha diaria. Preguntas como: por qué se fue, por qué ya no está conmigo, por qué se lo llevaron, invaden la cabeza sin que nadie pueda contestar. La triste realidad es que son preguntas sin respuestas, que nadie quiere entender, escuchar y mucho menos aceptar.
A pesar de reflejar serenidad por dentro, el alma llora en silencio y solo una palabra, alguna canción o recuerdo bastan para romper nuestra armadura y es aquí cuando el brillo de tristeza inunda nuestros ojos. Por esta razón, buscar consuelo en el trabajo, la familia y amigos se convierte en una válvula de escape que hace que los días se vuelvan más largos, dolorosos y eternos.
La muerte es una cita segura a la que todos tendremos que llegar. Así que, no importa quién sea ese ser o por qué ya no está contigo, lo más importante es no olvidarle, ya que no muere quien se fue, sino, que muere quien es olvidado.