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Por: Dr. Howard Caro López
La crisis energética en Puerto Rico ha llegado a un nivel crítico en este momento. Los apagones, o “relevos de carga” según los describe LUMA, son cada vez más frecuentes y amplios. Para agregar a la miseria de los consumidores la compañía privada a cargo de la distribución ha seguido imponiendo alzas a las tarifas de consumo, la más reciente anunciada en esta semana (claro está sin cambios a las exenciones que se le da a las instituciones religiosas y de gobierno). Los que tienen los medios para navegar lo que se ha convertido en un servicio precario con energía renovable son lamentablemente pocos.
La política fallida de privatizar la distribución energética con LUMA ciertamente es una causa principal de la situación actual que ha desatado protestas desde San Juan hasta Mayagüez y merecidamente. Pese a los reclamos del gobernador Pierluisi a tener paciencia la combinación de tarifas más altas, con peor servicio, justifica la frustración e indignación del pueblo. Como he comentado en columnas anteriores la vía de privatizar el sistema energético actual es una de carácter miope e insostenible dada el nivel de deterioro y anticuada de la red y el alto costo operacional del mismo, que además crea barreras para el desarrollo económico del archipiélago. Si este no es el momento idóneo de perseguir soluciones creativas para la energía no sé cuando será.
Pero más allá del problema causado por esta política desastrosa en el debate actual se está perdiendo vista de la causa principal de la situación actual, que es la crisis energética es a la vez síntoma y causa de la crisis del cambio climático que nuestro liderato político. El nuevo director de LUMA le exhortó a los consumidores que limiten su consumo, pero qué tan realista es exigir un cambio de esa índole cuando las temperaturas máximas siguen subiendo y el patrón de desarrollo urbano sigue de manera desmesurada. Según estudios de la Administración Nacional Atmosférica y Oceanográfica (NOAA por sus siglas en inglés), Puerto Rico ha visto una alza de 1.5 grados Fahrenheit en el último medio mientras que la temperatura marítima promedia subió por tres grados en ese mismo periodo, a consecuencia de un aumento en emisiones de gases invernaderos y el crecimiento urbano que aceleró la deforestación. Los análisis de la NOAA indican que las frecuencia de noches de calor extremo (por encima de los 80 grados) son más frecuentes que en cualquier punto de nuestra historia. A esto le podemos agregar el fenómeno de los polvos del Desierto del Sahara, cuya bruma crea una capa sobre la isla que aumenta el índice de calor que muchas veces supera los 100 grados.
No es muy difícil darse cuenta de las consecuencias de estas cifras en el consumo energético, según muchos negocios y hogares se ven obligados a correr aires acondicionados de manera casi constante. Encima de esto los calores extremos con alta humedad constante también obliga a mucha gente a viajar por carro hasta para las diligencias más básicas, y más con pocas opciones de transportación pública fuera del área de San Juan. También debemos tomar en cuenta el mismo impacto de la cogeneración eléctrica en Puerto Rico como un factor que agrava aún más la situación. Según la Administración de Información Energética (EIA en inglés) de los EEUU, tan solo un 2.5 por ciento de la energía eléctrica en Puerto Rico se genera con fuentes renovables, mientras que la mayoría se produce con plantas a base de petróleo o carbón.
Al sumar todos estos factores uno llega a la conclusión de que estamos en un círculo vicioso de cambio climático que nuestros líderes locales ni siquiera reconocen públicamente, mucho menos atacan con seriedad. Privatización o no, el sistema actual, aunque funcionara de la forma que esperamos como consumidores, nos llevaría al precipicio de una crisis climática, como la desaparición de nuestras costas por niveles marítimos más altos, un número aún más alto de huracanes, y/o calores extremos y sequías prolongadas. Esta ya es, de hecho, nuestra realidad, la cual ha aportado a que nuestro sistema energético está al borde de un colapso total que posiblemente precipite una crisis humanitaria similar a la que vimos después del huracán Maria.
Por eso las manifestaciones que se están dando contra LUMA y el gobierno actual no solo son justificadas, sino un resultado lógico de la vorágine de crisis climática en la cual Puerto Rico se encuentra. Las exigencias del pueblo para un cambio son necesarias. Pero el camino hacia la salida dependerá de mirar la situación no solo como un problema de servicio, sino un problema de cambio climático y la urgencia de mitigar sus impactos.