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Existe en el país un llamado por parte de la ciudadanía para detener la violencia de género. En los pasados años, estos casos vieron un aumento significativo y a pesar de, supuestos, esfuerzos implementados por el gobierno de turno los mismos resultan fútiles.
Este 2023 inició con varios feminicidios en los primeros días. Al analizar esa situación debemos considerar, además de la fatalidad, la cadena de sucesos que la misma desata en las familias de las víctimas. Ante esta situación el gobierno se muestra inerte aunque trata de demostrar lo contrario. Por ejemplo, en el 2021, anunció la creación del Comité de Prevención, Apoyo, Rescate y Educación de la Violencia de Género (PARE). El comité fue criticado por organizaciones defensoras de los derechos de las víctimas ante la falta de acciones. Mientras, el gobernador tardó casi seis meses en designar una persona para ocupar el puesto de Procuradora de las Mujeres, lo que pone en entredicho el compromiso del gobierno central con el tema de la violencia de género.
Otros esfuerzos desde el gobierno incluyen la aprobación de medidas legislativas que ordenaron la tipificación de los casos en feminicidios y transfeminicidios. A pesar de lo descrito, la percepción general es que nada se hace para combatir este mal que aqueja a cientos de familias en la isla.
A pesar de que en el pasado discutí cómo la violencia de género afecta a las familias, mis preguntas continúan sin respuestas concretas. Entre ellas: ¿qué ocurre con los hijos, hermanos y padres de las víctimas. ¿Cómo el gobierno ofrece servicios de apoyo y seguimiento a esas familias? ¿Qué tácticas utiliza el gobierno para fortalecer y llevar el mensaje de prevención? Me parece que estas son interrogantes que muchos se hacen y que desconocen las respuestas. Lo peor es que el gobierno tampoco muestra señales de atender o resolver las mismas.
Otra situación que desata este tipo de conducta son problemas vinculados a la salud emocional de las familias. Imagínese por un momento vivir la experiencia de que asesinen a un familiar suyo cercano como una hija o una hermana. El dolor y la frustración deben ser inimaginables. Si a eso le suma que carecen de las herramientas necesarias para lidiar con la pérdida, existe una alta posibilidad de que la persona experimente alguna condición asociada a problemas de salud mental. Según un informe de la doctora Glorisa Canino, los trastornos más comunes que viven en la isla fueron de ansiedad y de ánimo. Al depurar más los resultados, los trastornos más comunes incluyeron: depresión mayor y ansiedad generalizada, entre otros. Trastornos que pueden asociarse a la pérdida de un familiar.
Más allá de los datos expuestos, la realidad es que el gobierno debe dejar a un lado la inercia y ser más proactivo en su obligación de atender el llamado de detener la violencia de género. Es responsabilidad de los gobiernos garantizar la vida y propiedad de sus ciudadanos. Para hacer esto hace falta objetivos definidos y voluntad.