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Hoy es verdaderamente un día histórico para Puerto Rico. Irónicamente, es también el ejemplo perfecto de la realidad colonial de la isla.
Soy la única voz de Puerto Rico en el Congreso. Representó 3.2 millones de americanos, más personas que cualquier otro miembro de esta Cámara de Representantes. Sin embargo, incluso mientras consideramos un proyecto de ley que ayudé a redactar, un proyecto de ley que afectará directamente la vida de todos los ciudadanos que represento, aún debo confiar y depender de ustedes, ya que no se me permite votar en este Hemiciclo porque somos un territorio.
Hoy, el Congreso da un paso significante asumiendo finalmente su responsabilidad bajo el Artículo 4, Sección 3, Cláusula 2 de la Constitución de brindarle una oportunidad al pueblo de Puerto Rico; una elección federalmente vinculante para democráticamente decidir nuestro futuro entre tres opciones no territoriales constitucionalmente viables: Estadidad, Independencia e Independencia en Libre Asociación.
Por primera vez en la historia, estamos considerando una pieza legislativa que autorizaría un plebiscito autoejecutable en la Isla, únicamente entre las alternativas de estatus no territoriales. Con la adopción de esta medida, esta cámara está reconociendo y dejando claro que el estatus territorial centenario de Puerto Rico es el problema y no puede ser parte de la solución.
La condición de territorio restringe la capacidad de la Isla para prosperar y la ha relegado a un estado indefinido de segunda clase en comparación con los 50 estados. Es la razón principal detrás de los retos sociales, económicos y fiscales que hemos enfrentado, forzando un éxodo masivo de millones de puertorriqueños a los Estados Unidos continentales, en busca de la igualdad que, como ciudadanos, nos otorga la Declaración de Independencia, y sin embargo se niega en casa.
El Congreso ha perpetuado por su inacción esta condición disfuncional político-económica, una que en esencia es, como una vez la caracterizó el presidente Ronald Reagan, «históricamente antinatural».
Como somos un territorio, el pueblo de Puerto Rico carece de representación electoral plena en el Congreso y no puede votar por el Presidente, quien envía a nuestros hijos e hijas a la guerra.
Debido a que somos un territorio, el gobierno federal puede, y a menudo lo hace, tratarnos de manera desigual bajo las leyes y los programas federales.
Como somos un territorio, somos tratados como ciudadanos de segunda clase.
Debido a que somos un territorio, estoy aquí, discutiendo un proyecto de ley relacionado con uno de nuestros temas más críticos y, sin embargo, no puedo votar por el.
Por eso, cualquier esfuerzo por solucionar de forma permanente el estatus político de Puerto Rico debe estar entre las opciones no territoriales. Este proyecto de ley proporciona una manera de lograr esto.
Yo apoyo la estadidad para la Isla y nuestro pueblo ha votado tres veces en contra del estatus territorial y a favor de la estadidad.
En respuesta, presenté el H.R. 1522, que, siguiendo los precedentes más recientes de Alaska y Hawaii, habría establecido un proceso para admitir a la isla como Estado de la Unión, si los votantes ratificaban la decisión con un simple voto de sí o no.
Sin embargo, dadas las realidades políticas de este Congreso, y con el interés de avanzar en el tema del estatus y poner fin al largo estancamiento territorial, lideré negociaciones sobre el proyecto de ley que tenemos ante nosotros.
Este proyecto de ley hace una oferta al pueblo de Puerto Rico: estadidad o independencia, con o sin libre asociación. Explica las consecuencias de cada opción, lo que permite a los votantes tomar una decisión informada.
Este proyecto de ley no es perfecto. Pero representa un esfuerzo histórico sobre el que podemos construir para finalmente descolonizar a Puerto Rico y así terminar con más de cien años de desigualdad y ciudadanía de segunda clase.
Quiero concluir recordando a alguien cuya pasión, sabiduría y perspicacia se echan mucho de menos hoy. El difunto congresista Don Young de Alaska, quien entendió mejor que nadie las desigualdades que conlleva ser un territorio y siempre abogó por la estadidad de Puerto Rico.
También quiero reconocer al líder de la mayoría Steny Hoyer, cuyo liderazgo y trabajo fueron fundamentales para lograr que se aprobara este proyecto de ley.
Señora Portavoz, nunca un territorio de los Estados Unidos tuvo que esperar más tiempo que Puerto Rico antes de que se le concediera la independencia o se admitiera como estado. Los puertorriqueños ya han votado tres veces en la última década para convertirse en un miembro pleno e igualitario de la familia americana. Se han ganado con creces el derecho a, por lo menos, ser escuchados. Como única representante de Puerto Rico en el Congreso, exhorto a mis colegas a apoyar el H.R. 8393 y permitirnos finalmente poner fin a nuestro vergonzoso estatus territorial.