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¿Salud Mental: La Otra Pandemia?
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¿Salud Mental: La Otra Pandemia?

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Por: Dr. Howard Caro-López

El último año ha sido duro para mi salud mental, y me imagino que algunos de ustedes leyendo esto sienten lo mismo. Entre periodos largos de aislamiento de los seres queridos, ver a familiares contraer el virus, y lidiar con el temor de si las cosas más básicas (hacer una compra o usar el ascensor del condominio) me darán COVID, el último año fue uno lleno de estrés, ansiedad, agotamiento, coraje y tristeza en distintos momentos.  

Ahora que las vacunas llegaron y hay más gente protegida, hay optimismo guardado.  Sin embargo, la prisa con la que el gobierno actual e incluso muchas personas en Puerto Rico buscan regresar a la normalidad, aun cuando la mayoría de la población está sin vacunarse, nos debe dar motivo para reflexionar en la salud pública en esta coyuntura.  Y no solo hablo de la posibilidad de que la reapertura prematura resulte en otro brote del virus, dado el porcentaje bajo de personas vacunadas y el peligro de las nuevas cepas del COVID-19 surgiendo por el mundo. Otro aspecto, que ha recibido menos atención, es la crisis de salud mental que también ha surgido a consecuencia de la pandemia.

Ya hay un cuerpo de evidencia científica del impacto negativo de la pandemia en la salud mental.  Según un estudio publicado por el Kaiser Family Foundation este pasado febrero, la combinación de la pandemia y los estragos económicos que la misma ha causado han resultado en una alza en problemas de salud mental en la población general. Durante la pandemia un 40 por ciento de adultos en los EEUU reportaron síntomas de ansiedad o depresión, comparado con tan solo un 11 por ciento durante el mismo periodo en 2019. El problema ha sido más agudo entre las personas entre las edades de 18-24, los que han perdido empleo, y personas de bajo ingreso, donde la mayoría de las personas en cada una de esas categorías dicen estar deprimidos y/o lidiando con ansiedad. Este mismo estudio también encontró que el porcentaje de personas que abusan del alcohol y/o las drogas ha crecido en un 100 por ciento durante el 2020, mientras que las personas que han contemplado suicidarse subió de un ocho por ciento en 2019 a casi un 25 por ciento el año pasado.

En Puerto Rico el patrón es similar, según los estudios, donde un 39 por ciento han reportado tener ansiedad o estar deprimido. Esto es aún más alarmante en Puerto Rico, donde los problemas de salud mental iban aumentando incluso antes de la pandemia, a consecuencia de la crisis económica, el huracán Maria, y los temblores que han azotado la isla en los últimos años. Esta data también podría explicar la tendencia de la gente de hacerle caso omiso a los protocolos de salud, sea el uso de mascarillas y la distancia social. Doce meses de vivir bajo confinamiento, restricciones sociales, y/o la pérdida de empleo ha creado lo que se conoce como “fatiga de COVID”, donde la gente opta por regresar a la normalidad pre-pandemia al no tener los recursos emocionales o psicológicos para vivir bajo las medidas preventivas, navegar los riesgos de infección, o bregar con la precariedad económica, junto con la incertidumbre de cuándo saldremos de una vez por todas de la pandemia.

En base a estos hechos, nos toca reconocer que no solo estamos luchando contra una crisis de salud física, sino también una de salud mental, cuyas consecuencias tal vez perduren por un periodo mucho más largo que el COVID.  Y aunque el proceso de vacunación quizás ayude a crear optimismo por el futuro, también habrá muchas personas que seguirán luchando con estrés post-traumático, depresión y adicción por mucho tiempo, si no el resto de sus vidas. ¿De ser así, cuál es la estrategia de nuestro gobierno y nuestra sociedad para atacar esta segunda crisis de salud que aflige nuestro pueblo? 

La política del gobernado Pierluisi para atender este asunto es, al parecer, incompleta, fuera de la nueva campaña VIVE para prevenir el suicidio. Si la estrategia es acelerar la reapertura sin certeza de que no habrá otro brote, nos debe preocupar que esta deje muchas personas sin las ayudas que necesitan para recuperar su salud mental.  Este es el momento para elaborar una estrategia comprensiva que va más allá de vacunas y reapertura, que también establece metas y una infraestructura para expandir servicios de salud mental para los más afectados. De no hacerlo, Puerto Rico irá de una pandemia epidemiológica a una pandemia de salud mental.