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Del trabajo a la ocupación y de la creación a la participación
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Del trabajo a la ocupación y de la creación a la participación

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Por: Luis Ibrahyn Casiano / Político, Trabajador Social y Activista pro Derechos Humanos 

Trabajar se ha convertido en el nuevo sistema de esclavitud, dejando muy lejos de la realidad la pertinencia de la popular frase “El trabajo honra”. ¿Realmente honra? Esa es la pregunta que le invito a internalizar. No hablo de considerar ser vago, sino a emplearse. Que desde mi apreciación social y política tiene un sentido muy distinto. En la actualidad trabajar se vuelto la respuesta a la sobrevivencia. Aspecto que está muy distante de honrar. Pues si trabajamos para sobrevivir, y no para vivir y servir; nos deshonran y nos deshonoramos. Perdiendo nuestras fuerzas y entregando nuestro intelecto para la creación de un poder económico que no disfrutamos. 

Para entender esto, hay que estar conscientes de nuestras capacidades, de si tenemos la oportunidad de constante de crecimiento, de nuestro vínculo con los medios de producción, con la oportunidad de participar directamente de la toma decisiones, de si somos remunerados por crear para todos o si compran nuestra vida y nuestro tiempo a $7.25 la hora. Entender esto, no llevaría a otras preguntas, como, ¿Será esto posible?, ¿Podremos tener más participación?, ¿Podremos realmente elegir? Que sin dudas son preguntas muy válidas. Mi contestación a ellas es un sí. Pero estos cambios que parecen utópicos, no se dan de la noche a la mañana, sino, con la inserción del pueblo en las luchas comunitarias, obreras, estudiantiles, ambientales y políticas. No se puede pretender ser tratado como partes de un todo cuando gran cantidad de ese todo es controlada por una minoría. Minoría que nos induce a decidir que estudiar, a seleccionar económicamente el área donde podemos vivir y hasta como debemos comportarnos para cumplir con el diseño social que establece, incluso, los roles de género. 

Para ello, es necesaria la transfiguración de nuestra sociedad, haciendo de ella una más instruida en la historia para comprender de dónde venimos y hacia donde vamos. Debemos hacer de nuestras instituciones sociales y políticas un emblema de unidad en la diversidad y para la sustentabilidad social. Cambiando estas y redirigiéndolas a los intereses apremiantes de la sociedad, entre ellos y el primordial, el ser feliz. Debemos tener la oportunidad de seleccionar libremente nuestras carreras universitarias y nuestras profesiones, no para sustentar los intereses de la oferta y demanda al servicio del capital, sino para satisfacer las necesidades colectivas. Es necesario crear un nuevo modelo económico, no donde proliferen los negocios o industrias privadas, sino colectivas. Necesitamos crear un gobierno no representativo exclusivamente, sino participativo. Necesitamos crear un modelo educativo dirigido a explorar nuestras capacidades y no ha embotellar información sin llevarnos al debido análisis. Necesitamos ocuparnos según nuestras capacidades, destrezas y deseos. 

Vivimos en un mundo donde el progreso se confunde con tener más y eso nos cuesta dañar vertiginosamente nuestro medio ambiente, nos cuesta ser la mano de obra barata para sustentar un alto consumo. Es necesario replantearnos la necesidad de crear para nosotros, para vivir felices, para que las cosas sean accesibles a quienes las crean, a quienes que con el sudor de su frente las ensamblan y para quienes desean y necesitan. No como un número de venta, sino como un modelo de participación plena sobre lo que es nuestro por derecho, porque nace de nuestras mentes y manos, y de los recursos de nuestro planeta. 

Columna de mayo de 2016