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Por: Lolimar Gómez Torres
La discusión pública que ha generado la desaparición y asesinato de mujeres en nuestro País es indignante y preocupante. La misma nos invita a detenernos a reflexionar sobre el particular. Para ello, se hace necesario tener a nuestra disposición los datos que permitan tal reflexión.
En primer lugar, cabe señalar que a esta fecha la población de mujeres en P.R.es numéricamente mayor a la de los hombres. Sin embargo, como dato interesante y según se desprende de la data de nuestro Departamento de Corrección, el total de personas confinadas por comisión de delito en P.R. escasamente el 17.4 por ciento son mujeres, mientras que el 82.6 por ciento son hombres. Si tomaramos ese dato para medir el desempeño profesional de nuestra población, las mujeres han logrado tener un auge sobre los hombres. Tal situación tiene el efecto, que en ocasiones las mujeres nos convertimos en el espejo en el cual se miran un nutrido grupo de “hombres” irresponsables y machistas que ven en el mismo, el reflejo de su fracaso.
Si en lugar de ello, vieran la imagen de quien ellos le deben su existencia, indudablemente su comportamiento fuera otro. Desagraciadamente nuestro sistema educativo no le enseña a nuestros niños varones lo que representa la mujer. Pero más grave aún, tampoco se le brinda la educación necesaria a las niñas. Todo ello, en completa independencia de su orientación sexual. De igual forma se le enseñe a ambos a respetarse así mismo y en el caso de las niñas a reconocer su sitial en la creación. El asesinato de mujeres no es un problema de violencia de género, es un problema de violencia humana que trasciende cualquier condición de género u orientación sexual.
Por ello, cualquier reclamo de protección a la vida de nuestras mujeres debería ser un exigencia también de los hombres, ya que al final de cuenta tanto unos como otros, tienen un denominador común que defender. AMBOS NACIERON DE UNA MUJER….