Por:Miguel A. Díaz Crespo /Estudiante de Ciencias Políticas RUM
Desde la victoria del presidente Donald Trump en las pasadas elecciones, su administración ha sido objeto de un intenso escrutinio. Cada una de sus acciones es reseñada minuciosamente, y el tema de la inmigración ilegal ha vuelto a tomar protagonismo en el debate público. Hoy en día, opinar sobre este asunto implica ser etiquetado dentro del espectro político, y aquellos que critican las políticas migratorias de esta administración suelen presentarse como los únicos defensores de los inmigrantes, adjudicándose un discurso moralista sobre la deportación.
Sin embargo, esta postura es profundamente hipócrita. Las cifras demuestran que las mayores deportaciones en la última década ocurrieron bajo la administración demócrata de Joe Biden. Según datos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), entre los años fiscales 2020 y 2024 se registró un promedio de 352,000 deportaciones anuales, alcanzando un récord histórico en su último año de mandato. A pesar de esto, la cobertura mediática y el debate público no fueron tan intensos como lo son ahora. Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿por qué cuando los demócratas aplican medidas similares son vistas como necesarias, pero cuando los republicanos las implementan se consideran peligrosas?
Durante la administración de Biden, en un intento de demostrar una política migratoria más flexible, se permitió una gran afluencia de inmigrantes ilegales a través de la frontera sur. Esto tuvo consecuencias graves, incluyendo un alarmante aumento en la desaparición de menores migrantes. En 2024, el DHS admitió haber perdido la pista de más de 32,000 niños migrantes no acompañados, quienes quedaron en una situación de vulnerabilidad ante la explotación y el tráfico humano. Esta crisis fue el resultado de una política fronteriza permisiva, promovida bajo la bandera de la inclusión, pero que terminó exponiendo a miles de niños a un destino incierto y peligroso.
El problema radica en la politización del debate migratorio, que impide reconocer la gravedad de la situación. Mientras algunos sectores intentan encasillar el tema en términos ideológicos, la realidad es que la falta de un control adecuado en la frontera ha tenido consecuencias devastadoras. Ante este panorama, la administración de Trump ha enfatizado la necesidad de rescatar a los niños desaparecidos y restaurar el orden en la política migratoria. Su historial de cumplimiento de promesas refuerza la esperanza de que estas medidas se llevarán a cabo con determinación.
Es momento de reconocer que la doble vara en el tratamiento de este tema no beneficia a nadie. Si realmente se busca justicia y seguridad para los inmigrantes, es fundamental abordar la crisis con objetividad, dejando a un lado las ideologías y enfocándose en soluciones concretas que protejan tanto la soberanía del país como los derechos humanos de quienes buscan una mejor vida.