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Por: Aracelys Otero Torres / Relacionista Lic R53
Ser madre es el regalo más especial que Dios brinda a las mujeres. Cuando busco cómo definir a una madre la primera palabra que llega a mi mente es amor. En efecto ser madre, para mi, es la evidencia más contundente de amor. Un amor que desconoce límites. Independientemente la circunstancia ella es esa persona que siempre está ahí para dar una sonrisa, una palabra de apoyo, para levantar a los hijos cuando están abatidos y para llevarles de la mano a través de la vida.
Por años, vivo en un dilema cuando se encuentran la mujer profesional y la mujer madre. Solo yo sé las muchas veces que tomé decisiones difíciles para encontrar ese balance que me permitiera cumplir con la responsabilidad de ambos roles. Solo yo sé las veces que la ducha se convirtió en mi amiga para escuchar mi llanto. Hoy, con mis hijos grandes enfrento otros retos. Sin embargo, la vida, en algún punto se convierte en aliada para evitar, que te reproches las cosas y que te exijas más de lo debido.
Ser madre es una aventura que por más libros que leas jamás te presentan la realidad que tenemos que vivir. Ser madre es tener a flor de piel la empatía, la solidaridad y el amor. Para mi, son esos tres pilares los que me permiten estar de pie aún en momentos difíciles.
Alguien una vez me dijo: «si crees que cuando los hijos son pequeños es difícil te adelanto que mientras más grande más complicado es». Dos décadas después de ser madre por vez primera, ese consejo se convirtió en mi fuerza para lidiar con cada situación. Admito que quien me dijo eso tenía razón.
Ser madre es un camino duro y difícil. Más aún en los tiempos que vivimos donde el acceso a la información, para bien o para mal, está al alcance de un botón. Donde los valores, están trastocados, donde la música que escuchan los adolescentes, sin pretender juzgarla, invita al sexo, a las drogas y a un sin número de otras cosas, que en ocasiones atentan contra nuestros principios. Manejar esos nuevos estilos de vida es complicado, sin embargo, es el amor con el que Dios nos dotó la fortaleza para resistir, insistir y continuar.
Si algo aprendí en este trayecto es que las madres amamos sin importar que nuestros hijos nos traicionen, nos mientan o nos hagan daño con sus acciones. Es el amor inmensurable que brota de nuestro ser lo que nos permite perdonar.
El mejor regalo para una madre es la sonrisa de sus hijos, verlos saludables, verlos alcanzar las metas que se propongan, aunque estas se alejen de lo que deseamos para ellos. El mejor regalo para una madre es saber que sus hijos están bien. Agradezco cada día de mi vida por mis hijos a quienes me regalan el privilegio de ser madre. Felicidades a las madres, en especial a las de La Voz Digital PR, en este su día.