Indudablemente, la nueva modalidad educativa a distancia promete convertirse en una cruda realidad y un reto muy grande, no solamente para los estudiantes y maestros, sino para todos los padres.
Aunque la semana pasada los estudiantes del sistema público del País no pudieron iniciar sus clases a consecuencia de una falla de seguridad en el sistema, lo cierto es que ya algunos colegios experimentaron su primera semana de manera virtual. Aunque era de esperarse que este nuevo modo de educar resultaría muy complicado, no es lo mismo pensarlo que vivirlo.
Ciertamente, debemos reconocer que todas las partes intentan hacer su mejor esfuerzo, (maestros, estudiantes y padres) reina la confusión y la frustración. Para los maestros resulta cuesta arriba lograr capturar la atención de sus estudiantes y la corrección de los trabajos en clases es todo una odisea. En ocasiones, los alumnos se resisten al cambio, mostrándose perdidos y con dejadez en sus responsabilidades educativas.
Pero si hablamos de los padres, el panorama para éstos no es el mejor y se vislumbra poco alentador. Para aquellos que trabajan desde su hogar, el cambio ha representado un empleo adicional, mientras que otros se han visto en la necesidad de pagar un tutor que acompañe a sus hijos durante todas esas horas, lo que repercute en otro gasto a su maltrecho presupuesto. En el peor de los casos algunos padres han quedado desempleados, pero con la responsabilidad de servir de asistentes de maestros, sin paga.
A esto se le añade que en su mayoría las instituciones privadas o colegios han impartido instrucciones para que se le siga cobrando a los padres la misma cantidad por mensualidad y matrícula, pese a que los estudiantes no asisten de manera presencial a la escuela.
Parece ser esta nuestra nueva realidad, mientras dure la pandemia del COVID en Puerto Rico. No tenemos alternativas , solo seguir velando por la salud de nuestros hijos , maestros y familia.