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En las últimas semanas los medios tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos (EEUU) han reportado sobre la forma en que se ha destacado el archipiélago por tener uno de los más altos niveles de vacunación para el COVID-19. Según las cifras del CDC, al día de hoy más de un 80 por ciento de la población elegible está vacunada en PR, y las tasas de transmisión son de las más bajas de todos los territorios y estados de los EEUU. A diferencia de la mayoría de otros lugares en los Estados Unidos donde la cepa Delta del COVID sigue propagándose como incendio forestal, en Puerto Rico se comienza a ver la salida de esta crisis de salud pública y un camino hacia algo más parecido a la normalidad.
Al conversar con una amistad puertorriqueña acá en Washington, DC sobre este tema, él comentó que no le sorprendió esta noticia tanto como a otros les ha sorprendido, ya que ha observado que el pueblo puertorriqueno se ha condicionado a ser resiliente ante tantas situaciones difíciles por las cuales han pasado, particularmente en la última década. Esa observación me hizo pensar en las palabras del catedrático Arcadio Díaz Quiñones en su ensayo “De Cómo y Cuándo Bregar”, donde explica que la experiencia colectiva de los puertorriqueños ha sido de “bregar” con las situaciones que les ha tocado atravesar. O sea que según Díaz Quiñones, la brega o bregar no es solo un refrán popular que se usa para definir una situación dura, sino que es una representación de la experiencia de nuestro pueblo, tanto en Puerto Rico como los que forman parte de nuestra diáspora, y la resiliencia con la cual nos tenemos que armar para enfrentar los retos que se nos presentan.
Los estragos de la pandemia y la manera en la cual la gente en Puerto Rico han podido encontrar la manera de navegar una situación tan peligrosa, y de manera más efectiva que la gente en los EEUU, para mi es otro ejemplo más de nuestra capacidad colectiva de bregar con las cosas y en este caso, empezar a superar. Tal y como hicieron después del huracán Maria, los terremotos del área suroeste, las manifestaciones de Rick Renuncia, y desde la llegada de la JCF con sus políticas de austeridad. Y si bien es cierto que, como algunas personas dirán, que sin los recursos de los EEUU para suministrar la vacuna no sería un panorama tan positivo como lo es ahora, ese factor de por si no explica el éxito relativo de la campaña de vacunación en Puerto Rico. Basta con mirar a los EEUU mismo para ver que acceso a la vacuna no garantiza victoria contra el COVID-19. El éxito que se ha visto contra la pandemia es también y más resultado de nuestra capacidad colectiva para el sacrificio y compromiso colectivo de cara a la adversidad, algo que se ve con la manera que la mayoría de los puertorriqueños han sido disciplinados en uso de mascarilla, en mantener protocolos de higiene en los comercios, y sobre todo de vacunarse.
Cuando ponemos este logro en un contexto histórico, podemos ver que en realidad no debe sorprendernos del mismo. Ese mismo espíritu y sacrificio fue el que logró la renuncia de Ricky Rossello en 2019 y de navegar la catástrofe de Maria. Pero incluso podemos ir más allá de estos eventos históricos y ver como nuestra capacidad de “bregar” se refleja también en el día a día. Pienso en mi primo Jose Ramos Lopez, quien forma parte del grupo de expertos en Servicio de Extensión Agrícola dedicándose a apoyar a nuestros agricultores cada día. Pienso también en organizaciones como Intercambios Puerto Rico, una organización no gubernamental enfocada en la reducción de los daños por el consumo de drogas, y el trabajo de autogestión comunitaria de Casa Pueblo. O grupos como Comunidad 21 y Diversity United Sports, que crean comunidad a través del deporte para educar sobre temas de salud, y destrezas académicas y de vida.
Cito a estos ejemplos para ilustrar el punto fundamental que hace Díaz Quiñones sobre bregar, que es una parte esencial del espíritu resiliente del puertorriqueno y no solo una táctica de supervivencia. Cuando hablemos de la brega o de bregar con las cosas, debemos también ver esa expresión como un catalítico que tenemos para avanzar colectivamente como pueblo. Ya hemos visto a la gente bregar situaciones de crisis con éxito. Ahora pensemos en cómo podemos bregar para seguir levantando nuestro pueblo.