Por: Aracelys Otero / Relacionista Lic R53
Es común escuchar personas criticar a los empleados gubernamentales. En ocasiones, este malestar está relacionado con las determinaciones y acciones de los gobernantes de turno y sus ayudantes. Existe una opinión generalizada de los empleados de gobierno a quienes acusan de no trabajar, de ser corruptos y que solo responden a agendas político partidistas.
Por otra parte, existe un puñado de personas quienes piensan que para poder enderezar el gobierno se deben pagar sumas cuantiosas de dinero a los secretarios, jefes de agencia y al gobernador. Según este grupo, los salarios son desproporcionados a la cantidad de trabajo que se ejecuta, a la exposición y al escrutinio que tiene convertirse en una figura pública.
Laboré en el servicio público a nivel Municipal, en la Asamblea Legislativa, en una agencia de gobierno y en La Fortaleza. Hoy, mi vida sigue relacionada con el gobierno debido a mis funciones como asesora. Conozco el servicio público y me honra ser parte del éste.
Son los servidores públicos, esos empleados de gobierno, quienes hacen que las cosas pasen. Madres, padres, abuelos, quienes se levantan todos los días, durante más de 40 años, a servir al país. Generalizar sobre cuán buenos o malos son me parece injusto. Conozco empleados que van a laborar porque los mueve el deseo de servir al país, de echar pa’lante a Puerto Rico, de ayudar al necesitado, de sentir la satisfacción de que cumplió su misión.
En mi experiencia laboral, estuve rodeada de padres y madres quienes a altas horas de la noche estábamos en nuestras oficinas para ayudar a alguien. Alcaldes que llamaban porque querían resolver alguna situación. Si hablamos de emergencias, son esos empleados de gobierno quienes están en la calle, dejan a sus seres queridos para salvaguardar la vida y propiedad de otros. Esta realidad la vemos en medio de la pandemia que enfrenta el país. Son los empleados gubernamentales quienes laboran sin cesar para ayudar a los necesitados y garantizar que el gobierno funcione.
Es triste que Puerto Rico tenga que lidiar con escándalos de corrupción en las esferas más altas del gobierno. Que aquellos que se suponen son el ejemplo a emular sean investigados, señalados y carezcan de credibilidad así como de la confianza de quienes le escogieron para administrar los recursos del país. Más triste es que por su culpa la imagen del servicio público y de los empleados de gobierno esté lacerada.
Le recuerdo aquellos que pronto serán electos para dirigir el país, que servir a Puerto Rico es un privilegio. En mi opinión, servir al país tiene un solo norte, ofrecer tus mejores capacidades y habilidades para garantizar un futuro pleno a nuestra patria. Es el más alto honor que cualquier persona pueda tener. El empleado gubernamental tiene el poder en sus manos de dar de comer al hambriento, vivienda al que carece de ella y lograr justicia social. Veamos el servicio público como la mayor oportunidad para aportar a esta isla que amamos.