Por: Jovan Vargas Ocasio / Estudiante del RUM
El devastador paso del huracán María en 2017 y los terremotos de gran magnitud que sacudieron el sur de Puerto Rico en 2020 dejaron profundas cicatrices en la isla. A mas de cuatro años de los sismos y casi siete el huracán, la reconstrucción sigue siendo una promesa incumplida para miles de familias. Mientras el gobierno continúa presumiendo avances y cifras millonarias en fondos asignados, la realidad en los pueblos mas afectados es otra; casas aún en ruinas, comunidades desplazadas y un futuro incierto.
En municipios como Gúanica, Yauco, Guayanilla, Peñuelas y Ponce, el paisaje sigue marcado por viviendas totalmente destrozadas, techos con toldos azules. Familias enteras sobreviven en condiciones precarias, con techos improvisados, estructuras que tiemblan ante cualquier ráfaga de viento y son totalmente inseguras, pero continúan viviendo. Negocios que fueron el sustento de muchas familias nunca lograron reabrir ya que muchos perdieron sus establecimientos, y el éxodo de puertorriqueños sigue en gran aumento, dejando barrios fantasmas donde antes había vida y comercio. Según la data del censo estos municipios han tenido aproximadamente un 4.6% hasta 12.1% menos en su población.
A pesar de las promesas de fondos federales para la reconstrucción, la burocracia ha sido un obstáculo tan grande, permisos interminables, trabas gubernamentales y la mala administración de los recursos han convertido la recuperación en un proceso frustrante y desigual que pareciera no tener un fin. Para muchos, la espera no es solo por una casa nueva, sino por recuperar la dignidad que se siente perdida en un sistema que les ha fallado. Pero el sur no se rinde. En medio del abandono gubernamental estatal, las propuestas comunidades han tomado las riendas de su recuperancion al igual que los gobiernos municipales a pesar de estar escasos en fondos. Organizaciones de base de fé, voluntarios y líderes comunitarios han levantado hogares, han brindado apoyo emocional y han creado redes de ayuda para aquellos que el gobierno estatal ha olvidado. La resiliencia sureña se ha convertido en el verdadero motor de la reconstrucción, demostrando que más allá de los escombros hay un pueblo dispuesto a luchar por su futuro.
Visitar algunos de estos municipios es dar un viaje en el tiempo y regresar al año 2020 con casas aún en el suelo, estructuras que están apunto de colapsar que podrían hasta quitarle la vida a algún ciudadano. Soy legislador municipal de Guánica, conozco a fondo las necesidades que aún seguimos pansando gracias al olvido del gobierno central y continúan los grandes aumentos en materiales de construcción.
La gran pregunta sigue en el aire: ¿Cuánto más tendrá que esperar el sur para ver una reconstrucción real y efectiva? ¿Dónde están las promesas que mencionaban en sus campañas políticas? ¿Seguirá siendo ignorado hasta el próximo desastre o finalmente se reconocerá su derecho a renacer con dignidad? La historia aún se está escribiendo, pero una cosa es segura: que el pueblo sureño jamás permitirá ser olvidado