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Perdido en el Bosque

 

Por: Dr. Howard  Caro-Lopez

Recientemente han salido un par de estudios académicos importantes que tocan el estado emocional en que muchos vivimos luchando en contra hoy en día. Uno de ellos, publicado por el Cirujano General de los  Estados Unidos (EE.UU.), revela que el país padece de una epidemia de soledad y desconexión social, en donde la conexión que la gente tiene con otros ha caído dramáticamente desde el 2003. Esto incluye aumentos en la cantidad de tiempo en aislamiento social, y una reducción en la cantidad de tiempo compartiendo con amigos, familiares y parejas. Este estudio enfatiza las consecuencias negativas a la salud física y mental que surgen a raíz de la desconexión social, y hace eco de estudios similares hechos anteriormente por investigadores de Harvard University.

El segundo estudio, de carácter similar, nota  un descenso significativo en el porcentaje de personas que indican sentirse felices. Según un análisis de encuestas del Profesor Sam Peltzman de la Facultad de Comercio de La Universidad de Chicago, en el último medio siglo y de manera más marcada en los últimos 20 años, ha aumentado el número de personas que expresan no sentirse feliz y sentirse triste. La investigación de Peltzman encontró que factores como la desigualdad económica y la falta de confianza en otras personas e instituciones de gobierno son algunos factores principales detrás de esta tendencia.

Luego de las experiencias de la pandemia, los desastres ambientales, las condiciones socioeconómicas y la corrupción política, muchos en los EEUU, Puerto Rico y varios países más no van a diferir con el fenómeno que estos estudios identifican.   Sin embargo, nos encontramos en una coyuntura en donde la intolerancia, violencia, polarización ideológica y las guerras culturales dominan las noticias y redes sociales. Basta con ver la forma en que debates sobre el aborto, la igualdad de género, racismo se tornan en peleas acérrimas, posturas extremas y hasta actos de violencia con tal de defender las posturas.

Hay varios factores asociados con estas tendencias emocionales, algunas que muchos lectores ya conocerán. La proliferación de los medios sociales ya ha demostrado tener cualidades adictivas, según estudios psicológicos hechos por Harvard University entre otros.  También persiste un efecto residual del aislamiento que vivimos durante la primera parte de la pandemia, particularmente para aquellos que han seguido trabajando o estudiando remotamente. Más allá de esto, el estudio del Cirujano general también señala la falta de infraestructura social como un factor determinante en la soledad y la tristeza. Es decir, la falta de espacios físicos públicos accesibles (tanto por habilidad como por poder adquisitivo)  para interactuar socialmente, como las bibliotecas,parques y centros comunitarios, y organizaciones cívicas , al igual que modos de transportación para dichos espacios, limita las oportunidades para hacer conexión.

Las condiciones socioeconómicas también juegan un papel en este fenómeno.  La precariedad económica impacta no solo nuestra capacidad de participar en la sociedad, sino también de por sí crea ansiedad y baja autoestima.  El foro político polarizado y poco accesible para muchos también fomenta la soledad, ya que a mucha gente le cuesta ver figuras públicas que llevan mensaje de unidad y diálogo.

El impacto de este patrón es alarmante. Los estudios mencionados indican que el aislamiento y la tristeza están asociados con un mayor riesgo de infartos cardiacos y cerebrales, y también mayor riesgo de desarrollar demencia u otras condiciones cognitivas. También sube los riesgos de depresión, ansiedad y adicción.

El refugio de muchos padeciendo de soledad y tristeza hoy en día es en internet y los foros sociales, que siguen aportando a la polarización y mentalidad tribalista. Esto nos va conduciendo a un círculo vicioso en donde los apartamos más, en vez de sentirnos motivados en hacer conexión con la gente. A la vez, la clase política va nutriéndose del discurso polarizado, creando poco incentivo para dialogar sobre cómo atacar los problemas sociales y económicos que aportan a la soledad y tristeza que vivimos cada día más.

No es un problema sino intratable, ciertamente profundo. Pero si realmente queremos ir creando oportunidades para salir de está epidemia nos falta abogar y autogestionar soluciones que nos brindan oportunidades para hacer conexión, incluyendo una infraestructura que fomente la interacción. También hay que fomentar las condiciones económicas y educativas que nos empodera para la interacción social.  Las guerras culturales nada más no nos darán la solución. Y sin esto seguiremos andando perdidos en el bosque.

 

 

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