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Por: Aracelys Otero Torres / Relacionista Lic R 53
El turismo es uno de los principales renglones para promover el desarrollo económico de los pueblos. Puerto Rico, al igual que otros países, apuesta al turismo para fortalecer la economía, atraer nuevos inversionistas y mercadear el país como destino. Sin embargo, cuando echamos una mirada a los costos vinculados a este renglón descubrimos que los mismos aumentaron, en los últimos años, de forma estrepitosa y a veces hasta absurda.
Lamentablemente, hoy día, en Puerto Rico es sumamente costoso para que una familia promedio disfrute de unas vacaciones en la isla. Los cuartos de hotel sobrepasan los cientos de dólares la noche y los impuestos alcanzan un 11 por ciento aproximadamente. Para mi esto es triste, ya que Puerto Rico tiene múltiples hoteles clasificados que nada envidian a otros ubicados fuera del país. Además, al puertorriqueño le gusta vacacionar, sin embargo, los altos costos les obligan a salir de la isla para disfrutar unos días de descanso.
A los costos de habitación noche se suman los de alimentos. Al repasar el renglón de alimentos en las hospederías de la isla notamos que los precios también son sumamente altos. Por ejemplo, un paquete de seis latas de cerveza local puede alcanzar los $36. Una comida liviana promedia aproximadamente $15 que para una familia de cuatro implica $60. Imagínese lo que le cuesta a esa misma familia tres comidas al día por un fin de semana de viernes a domingo. ¿Duro, verdad?
Las alternativas que en un momento permitieron a las familias promedio disfrutar de unas vacaciones en la isla, cerraron paulatinamente. Me refiero a centros vacacionales administrados por la Compañía de Parques Nacionales. Cientos de familias puertorriqueñas pasaban sus vacaciones de verano en las cabañas de Cabo Rojo, en el Balneario de Añasco y en el conocido el edificio de la Asociación de Empleados del Estado Libre Asociado en Guánica.
Centros en los cuales las tarifas para pernoctar eran accesibles a los bolsillos de la clase trabajadora y permitían economías porque las personas hacían una comprita y cocinaban, lo cual abarataba costos. Sin embargo, las condiciones del tiempo y la dejadez de las agencias gubernamentales contribuyeron al cierre de estos espacios lo que a su vez limitó significativamente las alternativas accesibles en términos económicos de los puertorriqueños.
En mi opinión, los gobiernos de turno se olvidaron de ofrecer alternativas atractivas y económicas para los residentes de la isla. Hoy día, es común escuchar a las personas decir: “Me fui a la República Dominicana de vacaciones porque con lo que pago un fin de semana en Puerto Rico, paso una semana en la República con todo incluído”.
Nuestra isla es bendecida por su ubicación en el Caribe, por sus recursos naturales y por su gente. Es momento de repensar los esfuerzos que se realizan sobre el turismo interno para que el mismo sea accesible a la clase trabajadora. Cuando esto sea posible, observaremos un resurgir en el fomento del turismo local mientras, brincaremos el charco para obtener esas merecidas vacaciones.