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La Economía Ecológica, una necesidad

Por: Luis Ibrahyn Casiano / Trabajador Social Clínico

La economía ecológica surge como respuesta al deterioro medioambiental, tomado más en serio a partir de la década del 1970. Algunos promotores de esta veían la necesidad de incorporar a la economía existente mecanismos a través de teorías y aplicaciones científicas a una nueva creación de servicios y bienes producidos. Como también, de exponer lo que en el organigrama económico no estaba presente, aspectos fundamentales como la mano de obra y la materia prima; dos cosas que son el eje principal de la producción que se constituye como algo para luego ser vendido y con ello mover gran parte de la economía. Esto, tenía como fin balancear la relación ser humano, animal, flora y ecosistema con los procesos de recolección, caza, desforestación y producción. El cambio climático, la alteración de los ecosistemas y la nefasta realidad de que cada día se producen enormes cantidades de artículos y junto con ellos contaminantes, que traen a su vez la explotación del suelo para la búsqueda de minerales y combustibles fósiles, hace que tomemos en serio este tema. Estos aspectos son los que nos obligan a crear una consciencia a favor del ambiente y de nuestro entorno inmediato buscando una respuesta científica y acertada para redirigir la globalización desde el pensamiento humanista y la industrialización, hacia una consciente.

Junto con esos dos aspectos, no solo se trata de crear una economía ecológica, sino, que en un tiempo relativamente corto podamos pasar de la producción a mayor escala con componentes reciclados y a la generación de energía a través de formas alternativas; utilizando elementos como el sol y la energización eólica o por agua. Estos aspectos tienen que ser evaluados de forma real, ya que su viabilidad socio ecológica dependerá de quien busque producir con ellas. Pues no pueden ser los mismos que han dañado a nuestro entorno, los que tengan en su poder estas opciones para la creación de capital y de bienes para la sobrevivencia, capitalizándolas para su lucro. Ante ello, es necesario que las organizaciones representativas de los Estados, como también a aquellas que agrupan a las grandes “potencias” asuman una responsabilidad real ante este asunto de vida o muerte de lo que conocemos como La Tierra. En el comienzo de esta tendencia no siempre fue, ni es hoy, igual para todos(as)(es). Algunos que la planteaban, lo hacían desde la dialéctica subjetiva. Sin embargo, para los movimientos ambientales serios, es una cuestión material de carácter humano.

Hoy, ante la precipitada descomposición de los hábitats naturales surge la batalla ecológica y económica como un aspecto profundamente ligado a la política y las ideologías que enmarcan las políticas públicas impulsadas por los gobiernos en turno. Algo que hace difícil conseguir una estabilidad ambiental mundial y un pronunciamiento formal general sobre este asunto. Esto, porque son las llamadas potencias las que han distribuido con sus fábricas en los países menos desarrollados, como en los suyos, la vorágine de la producción y del consumismo desmedido. Como también, del uso indebido de los suelos y ecosistemas para el desecho de materia usada y para la extracción de materia a usarse. Cambiar de pensamiento político es la clave para ello, pero es necesario dejar de ver el neoliberalismo como alternativa y la industrialización sin balance ecológico como un elemento normativo en nuestra vida socio política, cultural y económica. Hace falta crear una consciencia política protectora de nuestro entorno y redirigida a la reutilización de lo que llamamos basura, así como también la incorporación por parte de los Estados nuevas formas de energía limpia.

A esto no le podemos restar la importancia del rescate de terrenos para efectos agrícolas y la implantación de legislaciones de zona terrestre y marítima que pongan un alto a la compra y venta desmedida de nuestros recursos y suelos para el uso comercial y la creación de edificaciones nuevas. También, la visualización de un nuevo modelo arquitectónico es imprescindible, vislumbrado la creación de uno vertical de construcción y de rescate de espacios ya previamente desarrollados. Sin dudas bajo los preceptos de Wall Street no podemos hacer esto, como tampoco con el copo de FMI sobre las finanzas de algunos países. La revolución ecológica es un mandato moral, de justicia a La Tierra y de preservación para el uso y disfrute de las futuras generaciones. Es hora de proteger nuestros recursos, es hora de actuar políticamente a favor de la naturaleza de la cual somos parte.

**Columna readaptada, publicada previamente en otros medios**.

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