Por: Luis Ibrahyn Casiano / Trabajador Social Clínico
Cada ser humano, como cada ser viviente en este planeta, aunque en su forma genética y biológica tenga grandes similitudes y estén categorizadas como una misma especie; jamás uno es igual al otro. Entender esto, nos hará comprender a su vez, la importancia de observar esas diferencias. No para marcar prejuicios y discriminar haciéndonos parte de los modelos de opresión, sino, para que a través de estas diferencias valoremos al ser humano, a la flora y a la fauna; todos elementos de una misma creación ya sean en base a teorías científicas o preceptos religiosos. Es esa diversidad étnica, de género, de orientación sexual, de ideológica, entre tantas otras; es la que nos hace ricos, nunca menos. Con el paso de los años, aunque se han cerrado brechas con acciones contra la intolerancia a las diferencias, aun como humanidad no hemos alcanzado un grado aceptable de valorización, respeto y aceptación; aspectos medulares para lograr la inclusión social a través del reconocimiento pleno, del incremento de leyes beneficiadoras y justicialistas como camino seguro a la paz.
Las personas, durante la vida desarrollan costumbres que varían de la época y la geografía donde nacen, incluso de donde se crían y se desarrollan, lo cual aporta a las características del Ser tanto en lo físico como en lo conductual, siendo éstas un sistema de valores construido por las experiencias y expectativas de vida, y/o retenidas o asumidas por el inconsciente o dedición consciente; como también por mecanismos opresivos; siendo esta última, la opresión, el elemento que debemos combatir. Esto, solo se podrá respetando al Ser y a lo que nos rodea por como es y por como se manifieste, siempre que no victimice a otros(as). Los prejuicios, nos separan de la oportunidad del dialogo y del entendimiento, e incluso de la revaloración del mundo en que nos encontramos inmersos con dogmas que jamás se han puesto en jaque a través del análisis crítico por parte de muchos. Siempre he creído que un mundo nuevo es posible, donde el ser humano no menosprecia a la flor por su tamaño y fragilidad, que no vea al árbol como un estorbo, que no vea a la fauna como un premio de casería o un ente tierno para la posesión. Pero incluso, en que no se vea a sí mismo como un Ser en el llano reflejo de una sociedad que enmarca nuestras conductas y decisiones en base a preceptos que nos hacen vivir sometidos y odiando a nuestro verdadero Yo.
Yo tengo la esperanza en un mundo que señale solo para ofrecer amor y para ser compasivo ante las necesidades de los demás, que busque entendimiento a los acontecimientos de forma racional, enmarcado en el estudio de nuestro entorno complejo; el familiar, social y político. Lo creo posible, porque sueño vivir en paz, y que las personas que amo tengan una patria unida y un mundo sin fronteras más allá de sus lagos, ríos y mares que nos inviten a cruzar en comunión. El rechazo, crea una barrera emocional más grande que un gran muro material, este incita al odio y el odio al crimen. Te invito a vivir en paz, siendo inclusivo(a), compresivo y aliado de la justicia. Como profesionales de la conducta humana y de la salud metal, tenemos un compromiso ético para con ello, y más que eso, un mandato ineludible desde la profesión.
Columna original publicada en varios medios en el 2018, adaptada y editada en el 2022.