Por: Dr. Howard Caro López
Recientemente una amistad compartió un artículo de la revista digital 538, reconocida en los Estados Unidos (EEUU) como una autoridad en análisis político. El mismo plantea que la estrategia política más tradicional de apelar a temas económicos o de clase social ya no funcionan en los EEUU, ya que han sido fusionados con temas culturales e identitarios, sea raza, etnia, género y/o religión. En particular aun cuando políticos se enfocan en el tema de la “clase trabajadora”, desde la llegada de Donald Trump a la política electoral, el término ha ido tomando una dimensión más de carácter racial, donde el bando conservador lo asocia con las comunidades blancas, cristianas y principalmente rurales que se han estancado económicamente. Estas se contrastan con las comunidades urbanas que además de tener niveles altos de escolaridad y mayores ingresos, también se caracterizan por tener más diversidad racial, étnica, religiosa y de género.
Quizás algunos lectores se preguntan qué significado tiene este fenómeno dentro de la política de los EEUU para la gente viviendo en Puerto Rico. Muchos tal vez dirán que poco, ya sea porque la gran mayoría del pueblo atraviesa una crisis económica aguda donde en muchos casos se vive de día a día sin mirada al futuro. Encima de esto, el lente mediático en Puerto Rico (PR) suele ser uno en donde la vida local suele acaparar los sucesos en los EEUU y otras partes. Aun así, dado el debate perpetuo sobre el tema del estatus político de PR, nos incumbe a todos tratar de entender cómo los patrones políticos en los EEUU influyen en la autodeterminación de nuestro pueblo.
El impacto principal de una cultura política electoral basada en cultura e identidad para los puertorriqueños es que, al tener características culturales sumamente distintas a la de la mayoría de la población de los EEUU, el puertorriqueño es una persona racializada. Segun académicos como Eduardo Bonilla Silva y Ruben Rumbaut, personas de herencia latina a través del tiempo han sido categorizadas como personas “no blancas”, tanto por mecanismos burocráticos como el censo, como por las actitudes de personas blancas, al asociar nuestras diferencias culturales y de ancestría como algo distinto y por ende inferior a los blancos europeos.
Si tomamos por correcto el planteamiento del artículo mencionado, de que los temas políticos se filtran por una prisma racial y cultural, no choca que el debate que se ha dado en el Congreso federal sobre el estatus de PR parte por esas mismas divisiones. Los que han demostrado más apoyo han sido del partido Demócrata, que apuestan a que PR como estado también votará en el bloque liberal por ser un estado “latino”. Mientras tanto el apoyo de congresistas republicanos ha sido mínimo, y en algunos casos han dicho abiertamente que jamás apoyan la estadidad tanto por razones económicas como culturales.
Y cómo responden los líderes políticos en nuestra Isla de cada tendencia ideológica? Los defensores del estatus político actual se encuentran en un aparente callejón sin salida-sin poder defender la eficacia del modelo actual y a la vez enfrentando una cultura polarizada en los EEUU incapaz y/o desinteresada en agilizar el cambio. Los independentistas ven un camino claro fuera del control de los EEUU, pero en su busca por la soberanía total hablan poco de la situación de nosotros viviendo en la diáspora. Los anexionistas tal vez viven la situación más precaria, en donde su gestión recibe un repudio casi total de líderes Republicanos, que con cada día que pasan se aferran a un nacionalismo de carácter racista y xenofobico. Tristemente la respuesta de los líderes estadistas es el ombliguismo e ignorar esa ola racista, aunque el mismo carácter conservador del movimiento estadista les impide solidarizarse con las luchas antirracistas que tal vez les daría un respaldo más amplio dentro del partido Demócrata.
En fin, parecería que nuestro liderato político opera un una realidad paralela a la cultura política actual de los EEUU, en donde temas de identidad (ideología, raza, etnia, género) definen la agenda legislativa. Y se hace poco para educar al pueblo de esta discordancia entre a la relación política con los EEUU a la cual se aspira y la política tal y como es en el mismo. Urge expandir nuestra visión y estudio de los sucesos políticos en los EEUU para tener expectativas reales tanto de nuestros políticos en Puerto Rico como en nuestro futuro como pueblo.