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Filosofando; la díada en la persona 

Por: Luis Ibrahyn Casiano / Trabajador Social Clínico

Durante nuestro crecimiento y trayecto por las diversas etapas del desarrollo humano acogemos de forma casi naturalizada características establecidas socioculturalmente. Aunque intrínsicamente hay en nosotros unas predisposiciones de la genética y de las expectativas acumuladas a través de nuestras interacciones directas e indirectas, en ocasiones se ven interrumpidas por esa carga social, las determinaciones y expectativas externas.  Por ejemplo, las de la familia, de los miembros de los grupos a los que pertenecemos, como el laboral, la congregación de fe, el partido político, la comunidad, ect.

Nosotros somos un cúmulo de las dos cosas, una díada entre lo socialmente establecido y nuestra esencia nacida de la exploración desde el momento en que abrimos los ojos al mundo y se comienzan a formar, a deformar o transformar nuestra vida con cada acción simbiótica, de causa y efecto.  Cuando no aceptamos nuestra propia capacidad de crear caos y nuestra fuerza destructiva, es cuando verdaderamente no trabajamos para atajarlas con acciones concretas en la dirección del “bien”, o sea, “recuperar la unidad primordial”, como explicaba Platón enEl Banquete, aunque que en esta obra predomina el tema del amor, refiere muchas veces en los discursos de los participantes del simposio el concepto de la dualidad, y sus manifestaciones.  Esa unidad primordial, desde mi apreciación filosófica llevada a la práctica profesional está en reconocer cuales características y posicionamientos son verdaderamente nuestros y cuales responden exclusivamente al construccionismo social.  Pues el pensamiento humano se estructura a través de las ideas, de las representaciones y de los conceptos; lo que nos permite reconocer y comprender el mundo.  Sobre ese aspecto, es importante que podamos observar que existe en nuestras vidas dos mundos que paralelamente luchan por intersecarse en una línea existencial.  Por lo cual, es imperante que el Ser humano pueda reconocerse a si mismo en su complejidad y dimensión sociocultural, política y en la intrínseca como individuo insertado en un colectivo, pero sin perder la parte muy suya.  Algo que me preocupa es, que debido a que nos han ilustrado para la compresión del mundo, muy poco ha sido para la compresión de nosotros mismos como individuos en él.

Nicolás Maquiavelo decía “El hombre es malo por naturaleza”, como Profesional del Trabajo Social, no invalido la parte en que sin dudas poseemos una capacidad de realizar acciones conceptuadas como destructivas o desadaptativas a las normas sociales.  Sin embargo, también el Ser es bueno y capaz de hacer el bien, y esa es la inclinación verdadera de Ser humano, y apuesto a ello; a que cada persona verdaderamente desea vivir en paz y en equilibrio.  Las brechas creadas por la injusticia social provocada por la falta de accesos, por la incomprensión de la persona y de su fuerza natural y fortalezas sumadas, es lo que les vuelve contra si y contra otros(as)(es).  Las condiciones sociales forjan un carácter y una visión de mundo, la cual no es igual para todas las personas aun naciendo y criándose en una comunidad particular con características similares, por lo cual ese individuo no puede ser tratado como una forma de vida uniforme al resto, incluso, aun dentro del mismo núcleo familiar.  Entender la diversidad del Ser humano, su derecho a vivir y a no sobrevivir en la desigualdad es clave para que desde allí pueda armonizar sus mundos paralelos; el social y el suyo desde sus aspiraciones nacidas del análisis y el entendimiento de las necesidad insatisfechas y satisfechas.

Como profesionales de la conducta humana, debemos procurar que cada persona pueda comprenderse en las dimensiones de su Ser, aunque estas puedan ser adversas en un comienzo.  Para que desde el descubrimiento de estas y de su etimología pueda transformar su visión de mundo y la de su persona en él, ya que nos han intentado hegemonizar como si saliéramos de un molde en una línea de producción.  Por otra parte, el Estado está obligado a crear las condiciones sociopolíticas para que las personas puedan evolucionar desde su complejidad y llegar al descubrimiento y a la aceptación de su Yo, lo cual repercutiría en su liberación y en la validación de su existencia tal y como es; con la fe puesta siempre en el poder transformador de la empatía, del acompañamiento y de la Justicia Social.  No podemos seguir discursando profesional y políticamente la necesidad del cambio y la necesidad de la paz si imponemos sobre el Ser humano la necesidad de un inhibidor automático a su complejidad y divergencia sin procurar la aceptación, no para desplazar el poder destructivo, sino para transformarlo.  Sin dudas, la aceptación, el amor y la compresión de su complejidad contribuirá a que las personas puedan decidir libremente en quienes desean ser.  Debemos procurar que las personas puedan reconocerse en su díada hasta intersecar sus Yo en un punto de encuentro saludable para que siempre venza la esperanza sobre el miedo, el bien sobre el mal, la calma sobre la ira, el amor sobre el odio y la disposición sobre la apatía.

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