Tu Voz

De nostalgia y el futuro 

La pasada semana viaje a Puerto Rico, por la primera vez, desde antes de la pandemia del COVID-19, habiendo pasado más de dos años desde la última ocasión en que visite a mis padres en el archipiélago. Ver el calor y esmero de nuestra gente, y disfrutar de los paisajes espectaculares de Puerto Rico me ayudó a re conectarme con mi identidad y aliviar mi aislamiento durante los últimos años.

A la misma vez tuve varios momentos de nostalgia durante mi viaje, al ver lo mucho que ha cambiado la vida desde mi visita en 2019.  La experiencia de ver negocios de largo tiempo clausurados, familiares ya más envejecidos, el deterioro de mucha de la infraestructura a través del archipiélago, y conocer de la muerte de vecinos y otros conocidos en ese tiempo despertó en mí unas añoranzas fuertes de mi crianza en Puerto Rico, que al menos para mi parecieron mejores tiempos en las que muchos puertorriqueños vivieron. 

Con la oportunidad de reflexionar sobre lo que sentí, pude hacer una introspección más balanceada de lo que vi en esta semana versus cómo eran la. vida en mi juventud, hasta que elegí radicarme en los Estados Unidos (EEUU) permanentemente para seguir mi carrera como sociólogo.  Lo cierto es que algunas cosas sí eran, al menos superficialmente, mejores, como la infraestructura, oportunidades de empleo, acceso a servicios y artículos de necesidad básica.  A la vez, viendo como ha avanzando otros procesos de ahora como mayor inclusión social, más cuestionamiento de la relación colonial y cómo nos ha limitado como pueblo, y la activación de la juventud puertorriqueña de ahora, y la innovación cultural que se ha visto en las artes, música y literatura me recordaron el Puerto Rico en el cual me crié era en muchos sentidos más conservador, complaciente y tal vez hasta un poco resignado de que el Estados Libre Asociado (ELA) era el zenit de nuestro progreso como pueblo.

Este viaje me ha hecho reflexionar más el agarre que tiene la nostalgia en Puerto Rico para muchos, particularmente las generaciones mayores y muchos de nosotros que elegimos y nos vimos obligados a mudarse fuera del archipiélago para buscar mejor calidad de vida.  Es un fenómeno persistente en nuestro pueblo hoy en día (y tal vez de todos los pueblos). Mis conversaciones con los de la generación “boomer” y hasta muchos de Generación X muchas veces se centran en cómo las cosas eran más fáciles y positivas en Puerto Rico durante su juventud y años pico.  Se ve en la cantidad de eventos concurridos con artistas de los 80 y 90, como si aún viviéramos en esos tiempos.  Y existen cualquier cantidad de páginas y foros en los medios sociales donde muchos elogian como se vivía dizque “más sano” en Puerto Rico de ayer, aun durante la época dura de la Gran Depresión donde la pobreza, hambruna, alcoholismo y violencia doméstica abundaban. Hasta se ve en las expresiones políticas, donde los electores de mayor edad se aferran al Partido Popular Democrático (PPD) y al Partido Nuevo Progresista (PNP) como la solución a nuestros problemas como pueblo, aun cuando ambos se nutren de corrupción y dan poca evidencia de poder brindar un visión de un futuro sostenible para Puerto Rico.

No trato de plantear que tomar cuenta de nuestras experiencias del pasado individuales y comunales es un error o un ejercicio en vano.  Como practicante de ciencias sociales entiendo la necesidad de conocer nuestro pasado para identificar patrones y trazar un camino para resolver problemas sociales.  Momentos de nostalgia también son críticos para fomentar una memoria colectiva que resalta aspectos positivos de la comunidad que uno fue parte.  A la misma vez aferrarse a la nostalgia de un lugar o experiencia pasada (que con el tiempo pierde detalle) en que las cosas fueron “mejores” o “mas sanas” nos puede atrapar en una fantasía de un paraíso perdido que limita nuestra capacidad no solo de apreciar las aportaciones de futuras generaciones, sino también de explorar las posibilidades para atender a los factores sociales que limitan nuestro progreso colectivo o que han impactado negativamente la calidad de vida en nuestras comunidades.

Este último viaje me  trajo mucha nostalgia de mi juventud llena de experiencias positivas y una apreciación de haberme podido criar en Puerto Rico.  A la vez también pude observar que aunque ahora mismo Puerto Rico enfrenta muchos retos, también hay una generación buscando la forma de crear una visión nueva para nuestro pueblo.  Mi consejo es no rechazar la nostalgia, sino usarla como punto de partida para avanzar hacia el futuro.

Salir de la versión móvil