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La intolerancia que provoca el desacuerdo

Por: Aracelys Otero | Relacionista Lic R-53

En días recientes, el país fue testigo de lo ocurrido en el hemiciclo de la Cámara de Representantes donde una controversia entre un contratista y una representante resultó en el desmayo de ésta. Los momentos de tensión los vividos tuvieron un impacto negativo en la salud emocional de quienes fueron testigos de lo ocurrido. Un incidente que puso de manifiesto la intolerancia que provoca el desacuerdo.

Más allá de lo ocurrido en el hemiciclo, la situación fue reseñada por los medios de comunicación lo cual tuvo el alcance de llegar a la intimidad de miles de familias puertorriqueñas. En medio de la crisis emocional que experimenta el país debido al paso de los huracanes Irma y María, de los terremotos y la pandemia, estos actos afectan aún más a los ciudadanos.

Lo ocurrido trae consigo un deterioro de la ya lacerada imagen de la Asamblea Legislativa, la cual lidia con el rechazo de los ciudadanos.  Gritos, palabras soeces, insultos, faltas de respeto, son actitudes comunes en medio de los debates que ocurren en la llamada Casa de las Leyes.  Esos sucesos inciden además en la imagen del gobierno a nivel general, el cual cada día se aleja más de gozar del respeto del pueblo.

Lamentablemente, lo que ocurre dentro del mármol que caracteriza al Capitolio es un reflejo de la falta de tolerancia que tiene el país. Esta intolerancia que provoca el desacuerdo trae consigo los insultos, el repudio y la falta de aceptación de argumentos por parte de aquel que piensa diferente al otro. El gobierno, en términos generales, debe identificar nuevas formas de debatir. Si bien es cierto que en el ruedo político las pasiones están a flor de piel, diferir de otra persona se puede hacer con respeto y a la altura del puesto que se ostenta.

Los funcionarios gubernamentales son el poder para lograr que los pueblos avancen o para conseguir estancarlos.  Si queremos avanzar tenemos que hacerlo desde lo más básico: nuestros valores.  Cada funcionario debe reflexionar sobre el puesto que ocupa, lo que representa y el impacto, positivo o negativo, que tiene en otros.  Podemos diferir, tener ideas, posturas diferentes sin embargo, tenemos que adelantar nuestras posturas con respeto y seriedad.  Si los más altos funcionarios se gritan improperios, se manotean, se faltan el respeto, qué podemos esperar por parte de los ciudadanos cuando estén en situaciones similares.

Es momento de retomar los valores, de darle lustre al gobierno y eso se logra con el ejemplo. Son los funcionarios gubernamentales los responsables de devolver el resplandor a la Rama Legislativa. Que el pueblo vea en sus funcionarios personas respetables, sensibles y sobre todo empáticas.  Eso es fundamental para lograr que las personas emulen estos actos y los lleven a sus grupos más íntimos. El país reclama paz, sabiduría y confianza.  Nos toca repudiar este tipo de acto y reclamar del gobierno, en todos sus niveles, el respeto y orgullo que cada puesto que ostentan representa.

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