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La época navideña y despedida del año típicamente se caracteriza como un periodo de más fraternidad, compartir con familia y amistades. En lo positivo a medida que han seguido aumentando las tasas de vacunación en Puerto Rico y (Estados Unidos) EEUU, hay más oportunidad para al menos conectar en persona con nuestros círculos sociales, a diferencia del 2020 donde muchos optaron por mantenerse aislados para evitar el contagio sin la defensa de la vacuna.
Tanto yo como muchas otras personas están ansiosas por poder dejar atrás los estragos de los últimos años y volver a la “normalidad” y si no al menos alcanzar un periodo de tranquilidad. Tal vez, para algunos será posible, pero temo que mucha gente seguirá navegando un periodo extendido de tensión, particularmente acá en los EEUU donde actualmente resido. El COVID-19 parece no dar tregua, ahora con la aparición de la variante Omicron en Sudáfrica que ha llegado a Europa y que probablemente llegará a nuestro hemisferio. Esto representa una complicación más en una coyuntura donde la incivilidad ha comenzado a plagar muchos sectores de la sociedad.
Cuando hablo de incivilidad, me refiero a un patrón de comportamiento que se expresa a nivel micro. Es decir, en el comportamiento de los individuos en situaciones más cotidianas, donde se violan las normas sociales de respeto hacia los demás, se ignora la empatía, y hasta se busca hacerle daño a las personas ajenas. En los EEUU se ha visto un aumento significativo en la incivilidad por varios años, y particularmente desde el comienzo de la pandemia.
Muchos ciertamente se acordaran de los incidentes de violencia y desorden de algunos turistas que fueron a Puerto Rico en este año. Esto no se debe ver como un suceso aislado, sino parte de un patrón más amplio de incivilidad dándose en los EEUU. La Administración de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (TSA, por sus siglas en inglés), por ejemplo, ha reportado sobre 4,000 incidentes de pasajeros negándose a usar máscaras y hasta interrumpiendo vuelos en desafío a este protocolo de salud. A la misma vez se han reportado varios incidentes de violencia por padres hacia empleados de escuelas públicas y en clínicas de vacunación en varios lugares, en oposición a protocolos de salud. Y basta con seguir las noticias políticas en los EEUU para ver el discurso tóxico de los dos partidos principales, incluyendo memes representando la muerte de congresistas del bando opuesto. A nivel personal, también lo veo en el comportamiento más agresivo de personas dentro del condominio donde vivo.
Las restricciones impuestas por los protocolos de salud y el temor de contraer el COVID-19 aportan en parte a la incivilidad que se está dando, al igual que impacto negativo que la pandemia ha creado en la actividad económica, pero esos son solo los factores más recientes. Al mirar más a fondo los sucesos de los últimos años, hemos visto en los EEUU una cadena de eventos que han causado un trauma colectivos, desde la llegada de Donald Trump a la Presidencia en 2016 y la retórica tóxica que trajo al foro político, y culminando con la insurrección en el Capitolio federal este pasado 6 de enero, en un intento de evitar la certificación de la victoria electoral de Joe Biden. Esta constelación de eventos, han desatado un ciclo de sensibilidad colectiva que se manifiesta en las interacciones personales y que a la vez sirven de leña para los actos de violencia colectiva como la tragedia del 6 de enero. La incivilidad, tanto a nivel individual como colectivo, son muestras de una sociedad psicológica y emocionalmente herida.
¿Qué significa esto para los puertorriqueños? Aunque lo que comparto es particular a los estadounidenses, no por eso debemos ignorar el posible impacto de esta incivilidad en Puerto Rico. Ya lo hemos visto en la forma que Trump y sus devotos han abiertamente despreciado a los puertorriqueños. Y el comportamiento de los turistas es otro ejemplo de ese impacto negativo. También vemos algunos comentaristas políticos en Puerto Rico buscando replicar la retórica tóxica de los trompistas que se nutre de la incivilidad. Y en la medida que los patrones culturales de los EEUU influyen en Puerto Rico, debemos estar atentos a que estos comportamientos no proliferan en nuestro pueblo más de lo que tal vez ya se ve. Sea con la expansión de servicios de salud mental, más enfoque en educación cívica, y atendiendo a las necesidades más básicas de todos, tenemos las herramientas para hacerle frente a la influencia corrosiva de la incivilidad.