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Por: Dr. Howard Caro López
Esta semana el Negociado del Censo de los Estados Unidos (EEUU) publicó las cifras iniciales del Censo del 2020, la cual incluyó nuevos datos sobre la población en Puerto Rico. Las cifras demostraron unos cambios significativos en nuestro pueblo durante la pasada década que tendrán un impacto profundo tanto a nivel económico y político como a nivel cultural.
El dato más importante del último Censo es la reducción dramática en la población total de Puerto Rico de 3.7 millones a 3.3 millones de habitantes del 2010 al 2020, una reducción de un 11.8 por ciento. Esto no debe sorprendernos, ya que estudios de pasados estimados anuales hecho por el Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College habían documentado un patrón de descenso por varios años, acelerando luego de la llegada de la Junta Fiscal y del huracán María. Tampoco, debe chocar que sea una baja tan grande dada la crisis económica y las pérdidas de muchos hogares a consecuencia de María. A la vez, la población de puertorriqueños viviendo en los EEUU ya sobrepasa los cinco millones de habitantes. Estamos más viviendo fuera que dentro de Puerto Rico como tal.
Otros datos son un poco más reveladores. El Census nuevo también indica que la población de Puerto Rico con edad para votar en 2020 ascendía a 2,724,903. Como tal, la tasa de participación de personas con edad para votar en las elecciones de 2020 bajó a 48 por ciento. Esta cifra es preocupante, ya que indica que la ausencia electoral es ahora un problema tangible que tendrá consecuencias serias para nuestro sistema de gobernanza.
El dato más impactante y sorprendente, sin embargo, son los datos sobre la percepción racial de los puertorriqueños. Mientras que en 2010 tres cuartas partes del pueblo se identificaban como personas de raza blanca solamente, ya para el 2020 tan solo un 17 por ciento de los puertorriqueños se identifican como blancos solamente. Ahora la demografía racial más grande son las de personas de dos razas o más, que corresponde a un 48 por ciento de los habitantes. A la vez, el porcentaje de personas que se identifica como afrodescendientes subió de un 14.8 a 17.5 por ciento en la pasada década. Todo esto significa que los mismos puertorriqueños se perciben como un pueblo principalmente no-blanco.
¿Cuál es la importancia de estas cifras de nuestra población? Cuando examinamos toda esta información nueva en su totalidad, apunta a que Puerto Rico está en una coyuntura demográfica que posiblemente resulte en una transformación profunda de nuestra experiencia colectiva como pueblo, tanto para bien como posiblemente para mal. El descenso en el número de habitantes también corresponde a una baja en la fuerza laboral puertorriqueno, lo cual crea la necesidad urgente de articular una estrategia económica para mejorar la calidad de vida del pueblo, que responde a la nueva realidad demográfica e incentive a que aquellos que se han visto obligados a emigrar tengan oportunidad de regresar si así lo desean.
A nivel político, el descenso en el número de electores participando en el proceso democrática nos debe causar consternación en cuanto a la capacidad que tendrá la ciudadanía de fiscalizar nuestro liderato político- uno que ya cuenta con un déficit ético y de transparencia. Aunque las pasadas elecciones nos dieron cierto optimismo de que muchos desean cambiar el paradigma político colonial, aún está por verse si los que buscan transformar el sistema electoral puedan adaptarse a la nueva demografía.
Por último, la nueva percepción racial de la mayoría de los puertorriqueños nos obliga como pueblo a mirar más críticamente cómo opera la discriminación racial en nuestra sociedad. Aunque algunos tal vez usen esas cifras para reafirmar la narrativa historica de que somos una sintesis de ancestria europea, afrodescendiente e indígena que anula el racismo, me parece mas apto mirar esta data como evidencia de que la mayoria de los puertorriqueños ahora se identifican como personas de color, sea por sus experiencias de ser racializados en los EEUU o por la influencia del nuevo periodo de activismo antiracista a nivel global. Ante esto debemos anticipar un periodo de reflexión crítica sobre el racismo y la desigualdad racial en Puerto Rico que ya no se podrá ignorar o desmentir. Esto también tendrá implicaciones en el tema de estatus, particularmente dentro de sectores conservadores de los EEUU donde ahora domina el discurso nativista y racista, que se opondrán con fuerza a darle más derechos políticos a Puerto Rico, sea como estado o como país soberano.
En fin, aunque solo parezca números, la data del Censo es una ventana a la nueva realidad del pueblo puertorriqueno.