Tu Voz

Su nombre no es la enfermera

Por: Jessica Ramos / Presidenta Fundación Motivación Humana

En los pasados días solo hablamos de la nueva víctima de violencia de doméstica, la primera de muchas que correrán la misma mala suerte a manos de su maltratante en el nuevo año 2021. Ahora se habla de “la enfermera”, pero la semana que viene podríamos estar hablando de “la mesera”, “la cajera”, “la maestra” o de la hermana de algún ser amado. Nosotras no somos ni un oficio, ni un número más en una estadística, somos las hijas de un padre y una madre, fruto de una relación. Somos las hermanas que cuidamos de los hermanos más pequeños, las nietas que cuidamos de nuestros abuelos, las niñas que en el transcurso del crecimiento en algún momento se nos afectó la autoestima. Sin embargo, nos convertirnos en mujeres útiles, madres y profesionales.

Quizás solo nos dedicamos a servir y no vimos nuestro valor, quizás no tuvimos a donde ir por falta de recursos, quizás no supimos a donde llamar por la carencia de información que existe en este país y en nuestras redes sociales. Quizás tuvimos miedo de correr sin saber dónde nos esconderíamos porque nuestras parejas ya habían identificado a las personas que estaban dispuestas a ayudarnos. Pero lo más indignante y doloroso; es que quizás llamamos al cuartel de la policía por meses y nadie vino a tomar nuestras querellas. Quizás, tuvimos temor de ir a un albergue; ya que el programa de vivienda está saturado y no sabe cuánto tiempo pasará para poder tener un espacio privado y seguro que se pueda llamar hogar.

Mi nombre es Jessica Ramos, presidenta de la Fundación Motivación Humana y sobreviviente de violencia doméstica.  Hoy comparto con ustedes, lo que es sobrevivir a un intento de estrangulación a manos de tu maltratante; detalles que nunca he compartido y siento que muchas personas aún no entienden.

 En febrero de 2009, en Long Beach Blv. del estado de California rompí mi primer ciclo de violencia doméstica; sola luego de que mi esposo intentara estrangularme, en ese momento toque fondo, abandoné todo y me acogió mi tía en el Bronx de Nueva York.

La estrangulación está clasificada como uno de los métodos de asesinato de carácter personal, mayormente utilizados en crímenes pasionales. Es un método de asesinato lento y doloroso, triste; donde estamos conscientes, nos da tiempo de pensar, en que estamos viendo la cara de nuestro agresor, en que no queremos morir, no sabemos qué hacer. Con un golpe perdemos el balance, el agresor utiliza su peso corporal para agredirnos por última vez. Mi esposo usó su rodilla para pillar mi mano izquierda, se sentó en mi estómago, no podía casi respirar por su peso. Con su mano derecha me estrangulaba, mientras con la izquierda me aguantaba la mano derecha. Muchos dicen que en ese momento les pasa la vida “por sus ojos”, yo; yo solo pensé en mi familia, y en que no podía creer que la última cosa que vería en este mundo era la cara de mi agresor. Así fue como cerré mis ojos mientras se me salían las lágrimas, para no ver a mi esposo mientras poco a poco me quitaba la vida. Cerré mis ojos y me encomendé a Dios; rezaba el “Padre Nuestro” en mi mente, hasta que sentí un golpe de adrenalina en mi cuerpo más fuerte que el golpe que me lanzo al sofá. “Fight or flight”, un instinto básico de sobrevivencia.

La gravedad de la violencia doméstica es de ámbito social que afecta por generaciones y no se reduce al núcleo de la víctima. Su nombre no es “la enfermera”, su nombre fue Angie Noemí González, madre de tres hijos, amada hija, mujer familia, profesional de la salud, extrañada por sus amistades y que dejó un vacío en su comunidad. ¿Cuántas madres gritaran “Me la mato” en el 2021 antes de que el Departamento de la Familia y Vivienda nos tomen en serio?

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